sábado, 26 de marzo de 2011

EL TREN DE LA VIDA

Nuestro tren de la vida avanza sin descanso por lugares insospechados. Algunas veces avanza por terreno hostil, su velocidad es más lenta, el tiempo pasa despacio, pero es entonces cuando nos damos cuenta de la gente que ha subido a él. Tenemos más tiempo para pasear por los diferentes vagones y ver qué personas nos acompañan en nuestro viaje, quiénes acaban de bajarse o quiénes esperan en la próxima estación para poder subir.
De repente, vuelves a ver en un vagón a esa amiga que hacía tiempo no ves. Siempre está ahí, nunca ha bajado del tren, pero normalmente el tren va tan rápido que te viene justo para compartir el viaje con las personas que en ese momento viajan en tu vagón, ¡cuánta gente hay en nuestro tren a quiénes no prestamos toda la atención que merecen, y que siempre están ahí!.
Es bonito de vez en cuando ir cambiando de tren, dejar de ver tu viaje y tus vagones y pasar a formar parte del viaje de otra persona y ver ese viaje desde su tren. Así que durante un día decido pasar a formar parte de su trayecto. Entonces me doy cuenta de que su tren en este momento está pasando por terrenos difíciles, terrenos demasiado empinados quizá… Pero lejos de aminorar la marcha, sigue manteniendo la misma velocidad. Cuando el tren pasa por estos terrenos, ella suele colocarse en la máquina, la dirige con una fuerza y valentía increíbles, la empuja con su optimismo, y consigue que la máquina esté llena de gente acompañándola gracias a su alegría, a sus ganas de disfrutar del viaje y a esa sonrisa que siempre ofrece sea como sea esa parte del camino.
Ahora que vuelvo de nuevo a seguir mi camino, avanzando con una velocidad constante, tranquila, recuerdo ese viaje y aprendo. Aprendo que el recorrido viene, nunca sé cómo va a ser, pero si sé cómo puedo enfrentarme a él. Seguramente me resultará más asequible y podré manejar mejor mi máquina, si en lugar de asustarme y salir corriendo ante una inmensa cuesta arriba, decido dirigirla yo, dirigirla con energía, empujarla constantemente con una sonrisa y dejar que me acompañen en la máquina todos aquéllos que quieran estar ahí. Seguramente una vez haya subido esa cuesta que, una vez arriba, “ya no parece tan empinada”- mi tren sea doblemente fuerte y esté preparado para recorrer muchos más terrenos.
Sólo quería decirte que es un placer viajar contigo, sea cual sea el camino.

“Si miras a tu lado y das la vuelta, te darás cuenta, que hay mucho por vivir”.- Rosario Flores

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